Me lo encontré abandonado por los alrededores de lugar donde trabajo. Estuve observando que comía de las basuras y servía de entretenimiento para los niños crueles a la salida del colegio; así que no me lo pensé dos veces, y lo he adoptado. Lo he llamado Timmy (aunque no estoy seguro de si es chico o chica). De momento, como no se fía mucho de mí, hace caso omiso a lo que le propongo. No me quiere acompañar cuando salgo a hacer footing, se niega a comer comida especial de mascotas, prefiere las ensaladas o las cremas de verduras y le tiene una tirria horrorosa al agua (no he conseguido quitarle la mugre que trae de haber rondado calles o haberse revolcado por jardines). Mi vecino Luis, al menos, me ha dicho que si le dejo a solas en casa no ladra; oye, eso es todo un alivio. Lo que me faltaba era pelearme con la señora Davinia (una octogenaria del quinto, cuyo único hobbie es estar pendiente de la vida de los demás). Mi novia tiene que cuidar de su sobrino todos los viernes por la tarde y la verdad es que el chaval ha hecho muy buenas migas con el animal. Les encanta pasar la tarde juntos, y yo aprovecho esos ratos para estar con la parienta un poco más íntimamente. Ya hace 20 días que lo rescaté. Mañana lo llevaré al veterinario, para que le haga un chequeo, me ayude a imponerle una dieta más equilibrada y así también saldré de dudas en cuanto a su sexo.